Una historia verdadera
Ante ayer fue 8 de marzo, el día de la mujer trabajadora. A mí me
tocó trabajar. A lo largo de más de 20 años en este negocio me ha visitado todo tipo de personas.
El 99,99 % son clientes, curiosos, personas que buscan un
regalo, paseantes en general gente maja, amable, educada y buena.
Ayer, casualidad me topé con el 0,01% restante. Es decir con
una individua indeseable.
La víctima : acer palmatum deshojo |
Una amable señora que me hizo un montón de preguntas
relacionadas con los arces. Después de contestar amablemente a sus cuestiones
pasé a atender a otro cliente que pacientemente esperaba con su bonsái de ficus
en las manos.
De repente no sé si el sexto sentido. Si, ese que te permite
detectar elementos dañinos y tóxicos cerca de tu perímetro de seguridad. El
caso es que levante la vista y vi a la señora más cerca de los 60 que de los 50
subir las escaleras para incorporarse al parking. Uyss de un simple vistazo descubrí
un tono rojo muy sospechoso en la bolsa blanca que portaba en la mano.
Me acerque a la escalera y le dije amablemente, muy
amablemente dadas las circunstancias ( el cuerpo me pedía otra cosa). “Señora,
baje por favor que usted y yo tenemos que hablar con la policía”.
La sinvergüenza bajo al minuto uno. Me monto en dos segundos
un berrinche, llorando, pataleando que si me mareo y me desmayo, que si es la
primera vez, que si tengo depresión, que mi marido te lo paga que está arriba
esperando, que si no se lo digas a mi marido que me mata.
un berrinche, llorando, pataleando que si me mareo y me desmayo, que si es la
primera vez, que si tengo depresión, que mi marido te lo paga que está arriba
esperando, que si no se lo digas a mi marido que me mata.
En fin. Yo fríamente, cobré el importe del bonsái, 85 euros
del ala, con la tarjeta que la señora me sacó para pagar, envuelta en un mar de
lágrimas de cocodrilo.
“Ya te he pagado, no llames a la policía, no se lo cuentes a
mi marido”.
¿Cómo se cuida el bonsái?
En ese momento me salió el corazón de pollo que tengo y me
dio lastima. Así que le dije.
“Usted debe tener algún problema grave además de cuentitis y
una cara más grande que su espalda, para venir y robar en un establecimiento
lleno de cámaras de seguridad, sensores, y demás”.
“No voy a llamar a la policía, no voy a contárselo a su
marido “pero suba las escaleras y no vuelva jamás por aquí”.
Esta es una historia verdadera, sucedió el miércoles por la tarde. Todavía
no doy crédito. En más de dos décadas es la segunda vez que me ocurre y siempre
me pasa lo mismo.
Me quedo atónita.
Feliz fin de semana. Nosotros estamos de taller con Manuel
Germade
Germade
Saludos cordiales desde Bilbao
Beti Andrés